Época: Renacimiento agra
Inicio: Año 1000
Fin: Año 1300

Antecedente:
Expansión agraria



Comentario

En la historia de la dominación del suelo, R. Fossier constata varias etapas que arrancan incluso desde antes del año mil: una primera fase de lento pero ininterrumpido crecimiento del espacio agrícola que alcanza su orto entre 1100-1125 y 1250-1275 para la mayor parte del noroeste europeo y prosigue hasta 1300 más allá del Rin, y después una estabilización que se mantiene a lo largo del siglo XIII, disminuyendo en cambio a partir del 1200 en el Mediterráneo; encontrándose desde 1250 las primeras dificultades que precederán a la "parálisis del crecimiento" a partir de 1270.
Esta panorámica puede resumirse en una generalizada disminución del suelo improductivo, aunque (como el mencionado autor reconoce) todavía no estamos en condiciones para poder globalizar en una cifra la ganancia de nuevos suelos entre los años álgidos de la expansión, es decir, entre 1100 y 1250. Si acaso se puede adelantar alguna cifra al respecto que puede oscilar desde el 10 por 100 en áreas ya muy ocupadas de la Europa celta o de las regiones mediterráneas hasta el 40 por 100 en las áreas germánica o escandinava, gracias a la enorme ganancia sobre los bosques y pantanos.

En conjunto, además de la transformación propia de la "geografía rural ya explotada" de antiguo en mayor o menor medida, es importante constatar que las "tierras periféricas" de los campos sembrados y cosechados habitualmente, además de constituir una frontera y hasta un espacio aparentemente de nadie, o en todo caso público, se integran también en la base económica de las poblaciones o explotaciones próximas, pues en ellas se extraen raíces y se recogen frutos silvestres, se asienta temporalmente el ganado, se practica la caza o se explota la madera, el carbón o la resina.

En principio los "alodios" o explotaciones reducidas libres aumentan en número a lo largo del siglo XI, aunque se asienten sobre todo en suelo conocido y no necesariamente explotado. A la vez que los contratos correspondientes a bienes raíces en este mismo siglo en regiones muy dispares, aunque dentro de la geografía occidental (Francia, norte de Italia, Alemania o Cataluña), nos hablan de un movimiento acelerado y dirigido hacia la ampliación de los dominios particulares o colectivos, especialmente la Iglesia pero también las comunidades aldeanas.

Por otro lado, a partir de 1100 los litigios y reivindicaciones aumentan en la misma medida que proliferan los contratos de roturación y de aprovechamiento de terrenos baldíos. Al igual que el asalto a suelos grasos es otro fenómeno constatable después de no haberse abordado por carencia de herramientas necesarias para removerlos, siendo entonces invadidos por los arbustos, y aprovechados después porque sus limos arcillosos sobre una plataforma calcárea llegan a formar tierras excelentes.

Junto a la expansión agrícola, el aumento de la cabaña, sobre todo menor, complementa la ocupación del suelo y el aprovechamiento al máximo (al menos en las zonas más desarrolladas y dinamizadas) de sus recursos; retrocediendo la maleza y ordenando el monte bajo, conteniendo las aguas y desecando tierras lacustres, recuperando los valles y las laderas y acondicionando secarrales y pedregales en las medias alturas o en el Mediterráneo, donde la vid y el olivo serán algunos de los cultivos más beneficiados por este esfuerzo personal y colectivo, público y privado, oficial o espontáneo.

Pero todo ello fue el resultado de un esfuerzo generalizado que debe valorarse en conjunto y por sus resultados, los cuales son la suma de los análisis regionales realizados hasta la fecha allí donde la documentación informa los suficiente y permite un seguimiento sin demasiados saltos en el tiempo. Así se puede constatar que las tierras meridionales debieron de ser las primeras en potenciarse (Cataluña, el norte de Italia, la Provenza), antes incluso del año mil o al menos desde mediados del siglo X con certeza, pues el crecimiento agrícola antes del milenio esta localizado y focalizado en algunas de estas áreas del sur continental y mediterráneo. Para luego, a partir de 1100, incorporarse otras tierras centrales al esfuerzo colonizador y aperturista (Aquitania, Poitou, Normandía o Flandes) y después, a lo largo del siglo XII incluirse otras áreas más continentales (parisién, lorenés, Baviera) y también Inglaterra, incorporándose finalmente el resto a partir del 1200 (Sajonia y Franconia).

Este avance se desarrolló por oleadas momentáneas y con ritmos interrumpidos continuamente que propiciaron la consolidación de núcleos habitados fuera del ámbito señorial y que deberían haber servido de acicate para la liberación de los sometidos, cuando en realidad el proceso fue en muchas ocasiones inverso, pues el acicate fue para los señores y sus aspiraciones dominicales y patrimoniales. Por ello también son destacables los efectos sociales del esfuerzo generalizado en la expansión agraria, sobre todo teniendo en cuenta la ampliación del marco feudal europeo o buena parte del espacio roturado después de que previamente se hubiese dado un proceso de liberaciones colectivas de quienes eran todavía siervos por parte de los señores.

Pero, ¿estamos en condiciones de constatar la alternancia de grandes "propiedades fundiarias" con "alodios" reducidos en un espacio saturado de explotaciones agrícolas? Ello conllevaría la admisión de que hacia 1200 los intersticios dejaron de existir y el espacio estaba cerrado, mostrando la compartimentación parcelaria una multiplicación de pequeñas explotaciones campesinas en los bordes y limites de las grandes propiedades señoriales.

Prescindiendo de consideraciones regionales o sectoriales, y analizándose en otro momento el factor social y la cobertura feudal de la expansión agrícola, cabe señalar que como resultado del gran esfuerzo realizado por el campesinado europeo en estos siglos de crecimiento y progreso continuo, aunque limitado, los "cultivos cerealistas" sobresalen por encima del resto. El pan aporta por sí solo suficientes calorías (de 1.800 a 2.400) repartidas entre 400 gramos y uno o dos kilos diarios por persona, constituyendo todavía en esta época la base de la alimentación. Los demás alimentos son simplemente el acompañamiento (companaticum). Pero dicho pan es variado en cuanto al genero del cereal panificable, dependiendo de los suelos y demás condiciones la calidad y variedad del mismo. La cebada y la avena le siguen en cuanto a cultivo cerealista, sobre todo aprovechando la rotación de cultivos allá donde se había introducido.

Ahora bien, este "predominio cerealista" no impide la constatación del "policultivo" sistemático que se encuentra en algunas regiones desarrolladas e incluso la especialización de cultivos que hallamos en el siglo XIII en alguna comarca o región señalada (vid, materias tintóreas, etc.). Aunque en conjunto prime la subsistencia sobre el interés comercial y la finalidad autárquica por encima de la necesidad de intercambios interregionales dirigidos a corregir desequilibrios alimentarios y productivos.

En cuanto a la vid, su cultivo sigue siendo en estos siglos aleatorio y de difícil aclimatación, y por lo general en "complantatio" o en "promiscua", o sea, combinada con otros cultivos, ocupando como mucho entre el 10 y el 20 por 100 del suelo explotado, aunque haya zonas de mayor proporción y otras en las que la vid salpique simplemente el terreno sin constituir un cultivo concentrado.

La ganadería por su parte también constituye un complemento en muchos casos y hay que llegar al siglo XIV para considerarla en su vertiente especulativa y especializada, sobre todo en lo referente al ganado bovino y ovino, pues el cerdo o el caballo representan otros intereses distintos, ya que en el primer caso se alimenta en el bosque sin control y en el segundo caso se trata de un animal muy valioso y apreciado.